Hasta la cocina
fueron para tratar de
escribir de una manera
perfecta sus recetas
de postín
Desde un diario de cocina
hasta un breviario de mano
sabores y olores iban
con un afán muy humano:
conservar en mil recetas
los sabores milenarios
que guardaban
nuestras madres
en su arte culinario
La Muerte las escuchaba
con envidia muy secreta
pero en el fondo deseaba
robarles una receta
Creativas e inteligentes
las mujeres del taller
compartían sus ingredientes
y sus maneras de hacer
Laura hablaba del chile
y de su encantador picor
Gabs recitaba unos versos
mientras cocinaba guisos
de sabor muy libanés
Sheila preparaba el metate
y hacía una salsa especial
para la sopa de piedra
que sabía preparar
Ana Karen registraba
con detalle sin igual
los secretos más hermosos
de los hijos del maíz
Gina pasaba lista
a las cazuelas de su abuela
La Muerte que era rumbera
no sabía cómo ingresar
a este grupo de diosas
que sabían cocinar
Había en el grupo escritoras,
performanceras y chefs
y una que otra profesora
que masticaba el francés
Anilú muy orgullosa
de los frutos del taller
dictaba mil sugerencias
de cómo poder hacer
que aquellos valiosos textos
encontraran el placer
de ser publicados,
leídos y replicados
por otra mujer
Vuela vuela palomita
vuela vuela sin parar
dile a la Muerte que espera
que a este taller no entrará
a menos que sea
cocinera tradicional.